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“Mi inquietud por la cocina viene desde muy pequeña, con 8 años pasaba horas observando a mi madre cocinando y ayudándola en pequeñas tareas. A medida que fui creciendo y gracias a mi padre, descubrí el mundo de la pastelería, que empezó por una simple elaboración y terminó siendo algo que fascinaba hacer”, detalla Mónica Rebollo, que, desde muy pequeña, se dio cuenta de que quería “convertir mi pasión en mi profesión”. Estudió en la Escuela Superior de Hostelería y Turismo de Madrid un Grado Medio de Cocina y Gastronomía y Grado Superior de Dirección de Cocina y Sala. Hizo sus primeras prácticas en La Duquesita, de Oriol Balaguer, y sus últimas prácticas del Grado Superior en la apertura del restaurante Desde 1911 (Grupo Pescaderías Coruñesas), donde, tras terminarlas, fue contratada para encargarse de la pastelería y del carro de postres que presentan en la sala. “Con 22 años, he unido mi pasión por la pastelería y el trato con el comensal, que me reconforta cuando ellos están muy satisfechos y para mí es un reflejo de todo el esfuerzo y cuidado que hay detrás de cada postre”, afirma.